martes, 30 de octubre de 2012

Un regreso al pasado

28-10-2012 22:12

Hace tiempo empecé a recopilar, a través de las fotos, momentos hoy casi olvidados de no haber sido por ellas. Son muchas las cosas que me vienen a la memoria cuando abro un álbum de fotografías sacado de mi escritorio. Estas fotos son más que una imagen, son como pequeñas cajas que al abrirlas liberan de su interior sonidos, risas, recuerdos... sensaciones que me hacen revivir las escenas.

Son como un regreso al pasado y, a veces, cuando las tomo en mis manos las devuelvo a su lugar temerosa de que su memoria me deje vencida, me haga volver a revivir los momentos que tan felices y que tanta nostalgia me causan al recordarlos.

Son como la máquina del tiempo, pero hoy lo he tomado en mi mano, pertenece este álbum a mi primera etapa de casada. Esa etapa en que la vida aparece ante nosotros como algo maravilloso. La vida se abre ante la juventud como un abanico de colores. Pero algo me faltó y si pudiera volver a esos años, contemplaría más atardeceres. Iría a tantos lugares que no he visitado. No le daría tanta importancia a cosas que no la tienen.

Seguro que mi ropero estaría más vacío. Pero me hubiera dejado menos horas de trabajo y más tiempo dedicado a mis hijas. Mas la vida no me lo permitió, una vez me subí a su tren tuve que correr a la velocidad que ella me impuso. Huir de la miseria de una guerra, que nos dejó marcados a todos los de esa época.

Pero sí tuve muchos días de alegría y satisfacción, ya que la conciencia me dice que hice lo propio en cada instante. Así es la vida. Ahora tocan las vacas flacas nuevamente por las malas gestiones de los gobiernos, por el enriquecimiento desmedido de tantos egoístas. Es el momento de ver en qué podemos ayudar. Y ahí me veo en la última foto contemplando el fruto de mi árbol.

Este momento no me lo puedo perder. Disfruto y me preocupo de que esas pequeñas ramas se formen para que sean ellas mismas y crezcan en el bien para ser la savia de los nuevos tiempos que nos esperan.

Que crezcan en la conciencia del no egoísmo, para que jamás demos pasos hacia atrás, ni deseemos nunca regresar al pasado.

domingo, 21 de octubre de 2012

Un atisbo de ilusión

El ser humano puede ser, en un momento, algo sublime, y en otro, destructivo, creyendo que tiene el poder suficiente de construir y destruir a su antojo.

Prefiero soñar con un mundo feliz, pensando que en los valores humanos cuentan la familia, los amigos, la naturaleza, la sociedad y tanta gente que ha dejado huella en ella a su paso por la vida, como poetas y escritores.

La vida son dos días y tenemos que luchar para conseguir una existencia mejor, para nosotros y para los demás.

Vivir mejor lo entiendo como privilegio de un amor universal, sin distinción de lenguas ni de razas, con la libertad e igualdad de los derechos humanos para todos. Pero la sociedad se está olvidando de lo primordial: libres nacemos y libres debemos morir.

El ser humano sueña. Estos sueños terminan haciéndose realidad. Los escritores de ciencia ficción, por ejemplo, han escrito obras que han inspirado muchas investigaciones. Si leemos sus obras o vemos las películas basadas en ellas podemos darnos cuenta de que parecen haber adelantado varios de los descubrimientos de nuestros tiempos, pasando de escritores a profetas del futuro. Por ejemplo, de Julio Verne se dice que anticipó el viaje a la Luna. H. G. Vells pronosticó la ingeniería genética. Y así podríamos continuar comparando. Son hechos constructivos.

Pero nos empeñamos en apoderarnos de sus réditos, de enriquecernos con los logros de los demás y ahí están, sin ir más lejos, las arcas vacías de nuestra España. Este es el mal que nos está hundiendo en el pesimismo mas atroz. ¿Cómo pedir al pueblo que reaccione en positivo? ¿Cómo pedir a los jóvenes sin esperanzas de un puesto de trabajo, a los matrimonios en el paro, que sueñen, si hasta el sueño lo han perdido?

Te invito a hacerte una pregunta y cuando te despiertes de este mal sueño digas: ¿Estoy soñando ahora? Ojalá todo pueda ser una pesadilla y que la vida nos devuelva a una realidad lo más maravillosa posible.

martes, 16 de octubre de 2012

Un rayo en el convento de Flores

14-10-2012 20:55

28 de septiembre. Se desata una tormenta en Andalucia tocándole a mi pueblo, Álora, una gran parte de dolor. Una inundación que todos conocemos. Se han vivido situaciones muy dramáticas cuyas consecuencias están ahí, muy latentes. Todos luchando por superarla de la mejor manera posible.

En estas situaciones pasan cosas sorprendentes. Cosas milagrosas. Es verdad que algunas personas, desgraciadamente, perdieron la vida; familias que se quedaron sin casas, fincas, ganado, y todos sus enseres.

Hoy, a consecuencia de esto, me viene al recuerdo lo mal que lo pasamos en el convento de Flores cuando vivíamos allí junto a la señorita Laura. Tiempos vividos en plena naturaleza. No recuerdo el año, pero sí lo que sucedió. Una tormenta eléctrica tremenda se desató sobre nuestro pueblo. No teníamos pararrayos en el convento. La señorita siempre decía que el Hacho nos protegía haciendo de pararrayos, pero esa vez los pronósticos fallaron.

Yo, acostumbraba en mis horas de recreo a pasar ratos sentada leyendo muy cerquita de la torre, sobre un saliente que da para los Llanos, dejaba pasar el tiempo, cuando de pronto sonó un trueno que hizo eco en el Hacho y los pájaros se alejaron a toda prisa.

Corrí hacia la capilla donde se encontraban mis compañeras y empezó a llover fuertemente. Los relámpagos alumbraban el atardecer y los truenos cada vez eran más cercanos.

La señorita Laura nos llevó a la capilla para rezar. Todas asustadas vimos en el coro de la esta iglesia una bola de fuego que desapareció subiendo por la torre del campanario.

Minutos después, nuestra compañera Isabel Prieto entró corriendo en la capilla, despavorida, muerta de miedo. Había subido a ponerse algo de abrigo, y la bola de fuego que era un rayo pasó milagrosamente por encima de ella sin tocarla.

Más tarde, la señorita Laura subió alertada por el olor a azufre, recordando que tenía una gallina clueca, justo en un rellano de las escaleras del campanario. Cual fue su sorpresa cuando vio que estaba intacta, pero justo al lado había unos grandes rollos del decorado del teatro y estaban hechos cenizas. Lo que indica que el rayo respetó aquella ilusión que nuestra querida señorita Laura tenía con su gallina.

Todas las que presenciamos este suceso, lo recordaremos siempre como un hecho milagroso.

miércoles, 10 de octubre de 2012

María, la madre de 'los Silleritos'

08-10-2012 17:36

María nunca pudo aprender estudiando, porque cada vez que estaba por instruirse en algo, le llegaba un hijo, y con él, una nueva felicidad la ocupaba; ahí empleaba todo su tiempo y nunca tuvo ocasión. Su aprendizaje fue la propia vida. Sin saber que para su esposo e hijos ella resultó ser la maestra.

Les dio un gran ejemplo de entrega y amor, en una época de carestías, en la posguerra; hacía malabares para poder tener comida, ropa y una palabra de amor para todos y cada uno de ellos, que fueron seis. Ella dio de mamar a varios niños del pueblo al tiempo que lo hacía con los suyos. Generosa al máximo. Así era esta mujer.

La vida es el arte del encuentro. Somos hijos del amor; por tanto, nacemos para ser felices, y esto María lo sabía desde lo más profundo de su alma, ya que vino al mundo y su madre no tuvo las fuerzas de seguir con vida para criarla; se marchó a la otra vida, dejándola al amparo de sus abuelos, que la criaron con una cabrita que la amamantaba.

Por cosas de la vida, su padre rehízo la suya y ella sufrió siempre no poder disfrutar de ninguno de los dos. A los 14 o 15 años, llegó al pueblo de Álora procedente del Chorro, a vivir con su tía María, que se casó con Pedro Gutiérrez. A los 19 años, María se casó con Francisco Gutiérrez, y así fue como formó una gran familia.

Ana, la mayor de sus tres hijas, me cuenta cómo, aún después de años de su muerte, las vecinas y amigas recuerdan a María como una gran consejera, que siempre les decía las palabras justas, para aliviarles de algún problema. Y que a pesar de no disponer de medios, solía compartir con los más necesitados lo poco de que disponía.

Francisco Javier, el más pequeño, me contesta a una pregunta que le hago, porque no recordaba quién de ellos se perdió un día en la romería. Me contesta que era él el que se soltó de la mano de su padre y entre tanta gente les fue imposible encontrarse hasta pasadas varias horas.

Y, aún emocionado por el recuerdo, me dice lo que sufrió su padre hasta encontrarlo al anochecer y verlo bajar por la calle Santa Ana desde el convento, donde lo encontró un hombre.

Esto, en resumen. La primera comunión la hizo Francisco a escondidas de todos, compinchado con el sacerdote Francisco Ruiz Salinas. Todo para que su madre no sufriera por no poder comprarle el traje.

Así era María, esposa, madre y abuela de los apodados cariñosamente en Álora 'los Silleritos', que hoy van recordando uno a uno cosas entrañables que todos acuerdan en resumir en dos: Un ejemplo de mujer llena de ternura y educación que les supo transmitir y de lo que se sienten muy orgullosos.

Prometieron reunirse todos los años el día de Navidad para compartir. Y así lo hacen. Así era María Trujillo Vera. Sabía que esa promesa los haría permanecer unidos.

Ojalá, queridos lectores, nos llegue este ejemplo. Que puede ser como esa lluvia refrescante que tanto deseamos, para nuestro espíritu.

sábado, 6 de octubre de 2012

Y el viento hizo de escoba

29-09-2012 13:44 

Él siempre se anticipa a los acontecimientos. Barre con grandes prisas. La tormenta se acerca con gran algarabía de fuegos artificiales. Me despierto sin que aún haya hecho su aparición la luz del día. Y pregunto asombrada: ¿Qué pasa? Es que viene la reina, la esperada, la que a tantos campesinos ha tenido suspirando mirando el cielo.

Ahí está. No sé de dónde ha llegado, pero va muy deprisa, quiere llegar a Andalucía cuanto antes. Ya ha recibido tantos mensajes a través de su Virgen que no se quiere demorar más. A su paso todos los tinerfeños nos asustamos, pues sabemos cómo se las gasta su acompañamiento.

Palmeras que dejan caer las hojas. Árboles que aprovechan para lanzar sus ramas muertas por el calor del verano. Y ella, la reina de los mares. Como gigantesco helicóptero suelta de golpe tal cantidad de su agua que limpia tejados y calles para que no quede ningún microbio.

Hoy el agua ha hecho una gran visita y el viento ha hecho de escoba. La tormenta se retira como llegó, de prisa y asustada.

Va a refrescar los campos de la península Ibérica porque es su cometido, pero ha visto al pasar por el Teide que este esconde su cráter de fuego, como el avestruz su cabeza bajo el ala, un manto de blancas nubes. Se marcha a Álora, mi pueblo, y allí se desboca cual caballo sin freno y cae la tormenta en su vega, y hace estragos y culpamos en parte a Dios.

La vega es preciosa, mas creo, es mi opinión, que por algún motivo los primeros pobladores hicieron sus casas en la montaña. El agua es muy suya y cuando camina, busca su terreno. Nosotros en tiempos de sequía nos hemos confiado y vivimos casi al mismo margen de su autopista, nuestro precioso río Guadalhorce.

Espero que episodios como éste no se vuelvan a repetir en la historia de nuestro pueblo. Dios no lo quiera.

Asustados cual niños grandes porque no quieren ver, el pico Teide y el Hacho se cubren de niebla para no presenciar el desastre. Se horrorizan de los disparates que circulan, que hacen la situación más dura. Por este país que todavía se llama España. ¿Hasta cuando? ¡No quiere verlo!

Sabe que allá en nuestra España peninsular se mueven vientos muy raros, y empieza a salpicar sangre de las personas que se manifiestan pidiendo trabajo, para tener el pan de sus hijos.

Y... como Lorca con la sangre de Ignacio. ¡No, no quiero verlo! "No hay cáliz que la contenga./no hay golondrinas que se la beban,/no hay escarcha de luz que la enfríe/no hay canto ni diluvio de azucenas,/no hay cristal que la cubra de plata".

No. ¡Yo, no quiero verla!