
Allí cantaron alabanzas
al misterio del nacimiento y cuentan que en el momento más solemne de la misa,
aquella figura inmóvil adquirió vida, sonrío y extendió sus brazos hacia el
santo.
A partir de ese día, san
Francisco siguió incorporando figuras al portal siguiendo la lectura de los
evangelios. Y esta historia, del Belén de la Navidad, llegó a España a mediados
del siglo XVIII, cuando Carlos III de Borbón se convirtió en rey de España. Primero
promovió la tradición de montar el pesebre entre la aristocracia española,
pasando luego a convertirse en una práctica popular en toda España y América
latina.
Hoy en día, la
tradición de poner el Belén se mantiene en todos los países católicos. Se
montan las figuras con piezas hechas de madera, plástico, metal, o incluso
hielo (en los países nórdicos) donde se construyen enormes esculturas de hielo.
Este año, con motivo de
la publicación del libro del papa Benedicto XVI, han surgido muchos comentarios
sobre su escrito sobre el Belén. Mi consejo a todos es, que se lean bien el
escrito, tanto del belén como el del origen de los Reyes magos y después que
mediten bien sus palabras.
De todas formas el
recuerdo del nacimiento debe estar en nuestro corazón intentando centrarnos
estos días en el gran misterio De fe. Una vez dicho esto con mi mejor deseo, les
ofrezco un pequeño modo de como les explico yo a mis niños, como fue esta historia.
LA NOCHE QUE NACIÓ
JESÚS
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Una orden de
empadronamiento hizo que san José y la Virgen tuvieran que abandonar su casa de
Nazaret y viajar a Belén.
Cuando
llegaron después de un penoso camino María, subida embarazada casi a punto de
dar a luz en una borriquita, y José, que iba andando a su lado cuidándola con
mucho cariño, iban buscando posada para abrigarse del frío, pues su hijo iba a
nacer, pero todo estaba ocupado, no había un lugar para ellos. Y el momento del
nacimiento de Jesús se acercaba.
Como nos cuenta la historia,
no había sitio en Belén, más una buena aldeana, sintió compasión de ellos y le
ofreció un establo, donde nació, el niño Dios, rey de la tierra y el cielo.
Allí encontraron, un
pesebre, unas pajas y algún útil de labranza y la mula que ellos llevaban
también estaba cansada, y junto a un buey se arrimó a ver si se calentaba, así
quedaron los dos, observando que pasaba,
La sorpresa llegó
pronto cuando el establo se llenó de luz, y en una cama de heno, nació Un niño
Divino, al que llamaron Jesús. Con dulzura angelical, le ha sonreído a María,
mientras la mula y el buey, se acercaron sigilosos por ver lo que sucedía.
Se pusieron a su lado,
pues de frío tiritaba, el rey de cielos y tierra. Pero nadie le ayudaba. Con su
aliento y amor, dieron contentos el calor que al hijo de Dios le faltaba.
Pensando en este
posible hecho san Francisco de Asís que era muy amigo de los animales hizo con
sus manos unas figuras representando a estos dos que la tradición cuenta que fueron
los primeros que ayudaron a Jesús a su llegada al mundo.
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