sábado, 9 de marzo de 2013

A mi querida amiga María Hidalgo


Parece que esta mañana, el cielo ha recuperado la tranquilidad. El viento se ha calmado y en mi patio se respira ese olor al huerto y a jazmín. Los pájaros vuelven a él. Pues gustan picotearlo.
Yo lo veo desde dentro y me encanta observarlo. Es algo maravilloso, cuando abro la ventana y veo esos paisajes que pinta la madrugada.
Me he perdido en el recuerdo, cuando otros campos miraba. Recuerdo el muro de piedra que del mundo nos separaba, de aquel patio blanqueado, con desconchado y desierto, eran mis años de niña que viví en el convento, tanto fuera en el verano, o en el frío del invierno.
Recuerdos de infancia viva, porque la infancia no muere, que siempre se quedan dentro de nosotros escondida.
El recuerdo del momento que viví, me ha despertado de un sueño, y me ha dicho: aquí, seguimos. Deja de hurgar en tu mente. ¡Deja el pensar en pasado y dale permiso al presente!
Y en presente pienso, rememorando aquel pasado y despido a una amiga que formó parte del. María García Hidalgo.

Caen las últimas hojas del calendario del 2012, rasgando la brisa a penas con un susurro de neblina rosada, llevando en su vuelo
el suspiro leve del dolor final y palabras de resignación, cual hermoso verso, Sé, me dijo: “Este es el final, reza por mí”.
Y le contesté: Él está en ti, no tengas miedo, con un sabor a final, que no lo es, ya que solo es el traslado a un mundo mejor.
Sabor esperanza y sabor malva en los matices del día frío, como cuando nació el niño de belén.

Pasan por mi pensamiento, aquellos minutos de despedida, pero que me sabe a comienzo por una amiga que se marcha a toda prisa, seguro que Jesús la quería con Él en esta navidad.

Una llamada telefónica me hace prever que esas serían mis últimas palabras con ella.
Su débil lamento de dolor, casi disimulado, me advirtió que debía despedirme de inmediato. Más fue tanta su generosidad que aún sacó fuerzas de flaqueza para interesarse por mi salud.

Su vida compartida en muchas ocasiones, con muchas horas diarias incluso noches, con la señorita Laura, hizo que se le contagiaran sus virtudes.

Yo las veía muy parecidas a las dos. Hasta en el físico se me parecían un poco. Pelo blanco, ensortijado, alta delgada y el caminar ligero. Eso en lo que la he conocido, me di cuenta de que su actitud era muy correcta pero enérgica. Por eso digo del parecido que le veía, con nuestra señorita Laura.

Para los que creemos en una vida eterna llena de gozo, sabemos que ellas han tenido la oportunidad, de reencontrarse con el Padre en ese maravilloso lugar. Allí se acabó el sufrimiento y ya, estarán rogando por todos los que las quisimos y por todo su pueblo perote que la ha admirado hasta el último momento. Mujer que tuvo el valor de una semana antes con fiebre alta y casi sin poder, asistir al funeral de su prima.

Gracias amiga María, que nos acompañaste en nuestra niñez junto a la señorita caminando, durmiendo donde nos daban albergue y cargando los alimentos que las buenas personas donaban para su niñas Segura estoy de que Dios, te lo ha pagado el ciento por uno.

Gracias amiga desde Tenerife, de quien siempre te ha querido. Desde este lugar quiero reconocerlo públicamente. Gracias por tu generosidad. Un beso muy grande allá donde te encuentres mi querida amiga María García Hidalgo.


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