Como una
lotería, vine al mundo y sin saber
entre tantos
espermatozoides, a mí me tocó nacer.
Cruzando el
vientre materno, mis ojos vieron la luz
un día 30 de
enero del año mil novecientos cuarenta y tres.
...
Hoy recojo
mis vivencias, queriendo recordar,
esos días de
mi infancia, esos días de inocencia.
¡Grito
fuerte por si el eco me pudiese ayudar!.
Él tiene
muchas más fuerzas, y traer a mi memoria,
todas
aquellas vivencias.
*El eco me
contestó: ¡recuerda, niña, recuerda!.
Aquellos
días infantiles, allí junto a tu abuela
en una casa
chiquita...
¡Recuerda,
niña, recuerda!... cuando tu hermana Maruchi
te hacía
esas muñecas. Esas muñecas de trapos,
debido a
tanta pobreza.
¡Recuerda,
niña recuerda!
La cajita de
madera, de aquellos puros abanos, que os daba la estanquera, que usabas como
cunita para la muñeca aquella.
¡Recuerda
niña, recuerda!...
El olor de
aquellos campos. El olor a hierba buena, de la mata del mastranto, el cantar de
los arroyos, el azahar de la huerta.
Tus juegos
por los trigales, salpicados de amapolas, oliendo a paja seca.
*Por eso te
digo: ¡niña, ahora que eres abuela,
no te olvides
de tu infancia!. ¡Recuerda niña recuerda!.
*¡Hola eco,
desde aquí, agradecerte quisiera!.
¡Suena,
suena sin descanso, hasta llegar a las puertas de todas aquellas personas que
ayudaron en mi existencia!.
¡Suena eco,
suena fuerte, para que te oigan ellas!.
Y
diles...¡Que nos veremos, camino de las estrellas!.
María de los
Ángeles López.
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