A una de las niñas de la señorita Laura, su madre le compró
varios pares de calcetines en el invierno para mitigar el frío que sufrían en
el convento de Flores.
Una mañana fueron a misa al pueblo y la niña le dijo:
Señorita ya no puedo seguir andando, Laura le miró los pies y le dijo: ¿Dónde
están los calcetines que te trajo tu madre? Y con toda naturalidad le contestó:
Los tiene puesto el señor de la Pollinica, cuando usted me mandó a limpiarle el
polvo le toqué los pies y los tenía helados. Y le puse los tres pares. ¿Hay
quien dé más?
A esta niña, hoy una buena mujer, habría que hacerla
camarera de honor de este paso.
María Ángeles
López.
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