sábado, 10 de noviembre de 2012

El preciado don de la vida

Triste noticia nada más amanecer el día 1 de noviembre. Todos los medios de comunicación se hacían eco. "Mueren tres jóvenes por una avalancha en una fiesta de Halloween en el Madrid Arena. Y otras dos chicas están hospitalizadas".

¡Qué horror! ¡Qué tragedia! ¡Qué dolor para esos padres! Y qué momento para pensar, recapacitar e intentar poner freno. Luego puede ser muy tarde. Este freno es el del vehículo llamado España y su conductor, el Gobierno. Y con él, los jóvenes que, llevados por un deseo incontrolado de diversión, no miden, no cumplen las normas y viven sin darse cuenta a lo que se exponen. Hay que hacerles ver el valor de esa vida que no sólo pueden perder ellos, sino que se la quitan a personas inocentes y buenas, que su único delito ha sido querer pasarlo bien, y con ellas se llevan toda la felicidad de sus familia y amigos.

Nos estamos acostumbrando a que estas cosas pasen, ya que no es la primera vez. Pero nosotros, padres y abuelos de estos jóvenes tenemos que abrirles lo ojos de lo que pueden encontrar en estos lugares. Que busquen una forma de vivir más sana. Que en la sociedad no es oro todo lo que reluce, y que la vida es preciosa para que se la roben en esa edad tan temprana. Que aprendan a valorar el derecho a vivir.

Y me paro a pensar... ¿Cómo es posible que haya mentes juveniles con ideas tan retorcidas como es el hecho, aunque prohibido, de llevar las bengalas, petardos, con el solo fin de provocar estas situaciones? ¿Qué clase de jóvenes inconscientes se está produciendo en esta nueva sociedad de 'libertad'? Pánico da sólo pensarlo.

Un padre indignado, con los sentimientos a flor de piel, me dice más o menos estas sentidas palabras: La vida es el mejor regalo que Dios nos ha dado a cada uno. Es para vivirla. Es solamente nuestra, el mayor regalo. Nadie tiene derecho a quitárnosla.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Difuntos, Tenorio y Halloween

01-11-2012 12:12

Un año más celebramos las fiestas de todos los santos y los difuntos. Siempre he asociado estas fiestas a mis años en el internado. Recuerdo con cuánto amor y recogimiento se visitaban los cementerios. Me imponía, pero como niña enseguida se pasaba la impresión y, al bajar de las Torres, nos comprábamos un paquete de castañas asadas y "a vivir que son tres días".

Años después, de mayor, veía la obra teatral de Zorrilla, 'El Tenorio'. El famoso personaje, presentado como hombre rebelde y diabólico, que representa la libertad individual frente a todas las leyes sociales, pero que luego, al final de su vida, encuentra la salvación gracias al amor de una dama, Doña Inés, cuando le pide perdón. Es este acto el que le permite reconciliarse con la religión.

Este es el ejemplo que el autor de la obra quiso exponer de un personaje despreciable, el que durante toda su vida avasalló a personas y haciendas y que se aprovechaba de su leyenda... "y en todas partes dejé/memoria amarga de mí".

Al final me encanta cómo se desarrollael desenlace de esta historia en el panteón familiar de Doña Inés, que cuentan que murió de desamor por la huida del homicida. Esta obra se representaba siempre por estas fechas junto con la costumbre de visitar los cementerios para honrar la memoria de nuestros difuntos.

En la actualidad las cosas han cambiado. Se confunden un poco las fechas. El día primero de noviembre es festivo, día de todos los santos. El día 2, los difuntos.

Por si la confusión era poca. Se ha introducido en España la fiesta de Halloween, de origen inglés, según tengo entendido, que significa "víspera de santos", ya que se refiere a la noche del 31 de octubre. Pero esta fiesta de costumbre anglosajona ha robado su sentido religioso, para celebrar la noche del terror, costumbre que se ha propagado con rapidez entre los pueblos hispanos.

Este es el motivo que hace unos años animó a mis hijas a celebrarlo en parte de este modo, siempre sin olvidar su fiesta cristiana. Fue más bien para satisfacer el gusto de los niños, entonces pequeñitos, pues la televisión con su propaganda, y los centros comerciales ya los habían entusiasmado.

Una de mis hijas organizó la fiesta en su propia casa, consistente en adornarla con cosas propias del evento, telas de arañas, luces intermitentes, caretas, e incluso algunas 'chuches' que compraron ya caracterizadas. Se pusieron sus disfraces y... a ver quién era el más valiente.

Lo disfrutaron, pero ya nos encargamos los mayores de dejarles claras todas las conmemoraciones de nuestra tradición. Sería bueno que no se la perdiesen.