Triste noticia nada más amanecer el día 1 de noviembre. Todos los medios de comunicación se hacían eco. "Mueren tres jóvenes por una avalancha en una fiesta de Halloween en el Madrid Arena. Y otras dos chicas están hospitalizadas".
¡Qué horror! ¡Qué tragedia! ¡Qué dolor para esos padres! Y qué momento para pensar, recapacitar e intentar poner freno. Luego puede ser muy tarde. Este freno es el del vehículo llamado España y su conductor, el Gobierno. Y con él, los jóvenes que, llevados por un deseo incontrolado de diversión, no miden, no cumplen las normas y viven sin darse cuenta a lo que se exponen. Hay que hacerles ver el valor de esa vida que no sólo pueden perder ellos, sino que se la quitan a personas inocentes y buenas, que su único delito ha sido querer pasarlo bien, y con ellas se llevan toda la felicidad de sus familia y amigos.
Nos estamos acostumbrando a que estas cosas pasen, ya que no es la primera vez. Pero nosotros, padres y abuelos de estos jóvenes tenemos que abrirles lo ojos de lo que pueden encontrar en estos lugares. Que busquen una forma de vivir más sana. Que en la sociedad no es oro todo lo que reluce, y que la vida es preciosa para que se la roben en esa edad tan temprana. Que aprendan a valorar el derecho a vivir.
Y me paro a pensar... ¿Cómo es posible que haya mentes juveniles con ideas tan retorcidas como es el hecho, aunque prohibido, de llevar las bengalas, petardos, con el solo fin de provocar estas situaciones? ¿Qué clase de jóvenes inconscientes se está produciendo en esta nueva sociedad de 'libertad'? Pánico da sólo pensarlo.
Un padre indignado, con los sentimientos a flor de piel, me dice más o menos estas sentidas palabras: La vida es el mejor regalo que Dios nos ha dado a cada uno. Es para vivirla. Es solamente nuestra, el mayor regalo. Nadie tiene derecho a quitárnosla.