Anoche antes de entrar en la
cama me asomé a la ventana y oigo como una brisa hace sonar las palmeras, veo
como danzan las sombras entre los árboles, alzo la mirada y encuentro un cielo
de color negro azabache, contemplo la luna brillante rodeada de estrellas.
El sentimiento
de soledad se apodera de mi alma, me hace sentir el silencio como si estuviera
fuera de la vida. Busco con la mirada esos seres que me faltan, esa rama que se
arranco de mi árbol, llevándose sus retoños.
Me vienen al
recuerdo aquella casa llena del ruido de las niñas, mis hijas, y me doy cuenta
que lo que mi alma siente, es eso, el vacío de la noche, ese momento cuando más
se siente la triste soledad del hogar que dejó de serlo con tu partida.
Amanece, abro
de nuevo mi ventana, todo parece haber tenido lugar en una pesadilla, pues
cantan tan alto los pájaros, que el sol se alegra con sus trinos, yo, sigo sin
creerlo. ¿He soñado?
Mas ahora la
vida me regala un nuevo día, me arreglo de prisa y cruzo la calle para ver a
mis nietos.
Hoy es el
carnaval de día y me esperan para que ayude a ponerse los disfraces.
Mis niños
están felices y hoy marcharán a la capital a disfrutar un nuevo día junto a sus
padres.
Ya casi no
recuerdo lo de anoche, pero... si que siento cansancio, un agotamiento extraño.
Sigo sintiendo
ese vacío sin ti. Pero ellos no deben saberlo son tan niños que no pueden
comprender que su abuela se sienta triste.
Su abuela
siempre debe estar dispuesta para sonreír.
Me acompaña
Martín a mi casa y allí compartimos unas cuantas fotos, regresa con sus padres
y lo veo con su traje de “viejecita”, disfraz que ha elegido y tras envíanos un
beso por el aire le deseo que tenga un feliz día, pensando que cómica, e
irónica es la vida. <El imitando a una abuela feliz. Si tú supieras cantas
cosas se guarda en su mente., mas que no se me note.>.
Un beso muy
fuerte ¡Hasta luego mi niño!
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