Redonda
como el sol,
mas se la
puede mirar,
pues ella
espera a la noche
para salir
a pasear.
¡Ay luna,
luna, luna lunera...
que te has
quedado enganchada
encima de
las palmeras!.
Has
conseguido el efecto
de un vino
embriagador.
Allí
respiro el perfume
del jazmín
y diamelas.
Mas tú no
te dabas cuenta,
pues
andabas distraída
entre
brisas, campo y flor.
Mientras en
mi mente
los
recuerdos surgían,
seguías pavoneándote,
sin notar
que el sol salía,
robando tu
esplendor,
sobre esa casita
vieja
junto al
arroyo Jevar,
toda la
huerta alumbró.
Renco a su
luz despertó,
moviendo el
rabo contento,
un saludo
regaló.
Y así
amanece el día.
Pero tú no
tengas pena,
que pronto,
en poco tiempo,
volverás a
estar plena.
¡No temas
luna lunera,
que eres el
alma del cuento
al final de
primavera!.
Mª Ángeles López.
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