sábado, 19 de enero de 2013

En recuerdo María García Hidalgo



Caen las últimas hojas del calendario del 2012, rasgando la brisa a penas con un susurro de neblina rosada, llevando en su vuelo el suspiro leve del dolor final y palabras de resignación, cual hermoso verso, Sé, me dijo: “Este es el final, reza por mí”.
Y le contesté: Él está en ti, no tengas miedo, con un sabor a final, que no lo es, ya que solo es el traslado a un mundo mejor.
Sabor esperanza y sabor malva en los matices del día frío, como cuando nació el niño de Belén.

Pasan por mi pensamiento, aquellos minutos de despedida, pero que me sabe a comienzo por una amiga que se marcha a toda prisa, seguro que Jesús la quería con Él en esta Navidad.

Una llamada telefónica me hace prever que esas serían mis últimas palabras con ella.
Su débil lamento de dolor, casi disimulado, me advirtió que debía despedirme de inmediato. Más fue tanta su generosidad que aún sacó fuerzas de flaqueza para interesarse por mi salud.

Su vida compartida en muchas ocasiones, con muchas horas diarias incluso noches, con la señorita Laura, hizo que se le contagiaran sus virtudes.

Yo las veía muy parecidas a las dos. Hasta en el físico se me parecían un poco. Pelo blanco, ensortijado, alta delgada y el caminar ligero. Eso en lo que la he conocido, me di cuenta de que su actitud era muy correcta pero enérgica. Por eso digo del parecido que le veía, con nuestra señorita Laura.

Para los que creemos en una vida eterna llena de gozo, sabemos que ellas han tenido la oportunidad, de reencontrarse con el Padre en ese maravilloso lugar. Allí se acabó el sufrimiento y ya, estarán rogando por todos los que las quisimos y por todo su pueblo perote que la ha admirado hasta el último momento. Mujer que tuvo el valor de una semana antes con fiebre alta y casi sin poder, asistir al funeral de su prima.

Gracias amiga María, que nos acompañaste en nuestra niñez junto a la señorita caminando, durmiendo donde nos daban albergue y cargando los alimentos que las buenas personas donaban para sus niñas. Segura estoy de que Dios, te lo ha pagado el ciento por uno.

Gracias amiga desde Tenerife, de quien siempre te ha querido. Desde este lugar quiero reconocerlo públicamente. Gracias por tu generosidad. Un beso muy grande allá donde te encuentres mi querida amiga María García Hidalgo.


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