(Cuento dedicado a mi nieto Martín en su cumple)
Varias
ardillas corrían,
huyendo
despavoridas
y en el
camino encontraron,
a otros
muchos animales,
que lo
hacían en estampida.
Unas
máquinas entraron
al bosque de
madrugada
Y empezaron
a cortar
esos árboles
preciosos
De forma muy
despiadada.
Milke, la
ardilla mayor,
la abuela de
la familia,
lloraba con
gran temor,
recogiendo
la semilla
Que con
trabajo y tesón,
guardaba en
su buhardilla.
Se
escondieron tras las rocas,
Para ver lo
que pasaba,
todas temblando
de miedo
porque aquel
gran artefacto,
destruía su
morada.
Mas de
pronto percibieron,
aleteos de
unas hadas
cual
luciérnagas de luces
que volaban
muy agitadas.
¡ Eran súper
pequeñitas,
eran
brillantes, doradas !
Y posándose
en el tronco,
donde el
leñador cortaba,
Le gritaron
al oído,
diciéndole
estas palabras:
¡ Deja en
paz a las ardillas,
ellas no te
han hecho nada!.
¡Deja que
sean felices,
no les
rompas su morada!.
< yo no
sé que más dijeron,
yo no sé cuál
fue su maña,
solo sé que
el talador,
dejando el
bosque tranquilo.
se retiró a
su cabaña.
En el bosque
desde entonces. felices
Volvió a nacer
la esperanza.
Las risas se
oían desde lejos
y las
alegres carcajadas.
Las ardillas
muy felices
agradecían a
las hadas>.
Aquí,
termina mi cuento,
como manda
el reglamento.
Ellas fueron
muy felices.
Las risas se
oyeron en el bosque,
Y no hubo más
tormento.
María
Ángeles López.
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