La niña se me acercó, se sentía rechazada,
y la senté junto a mí. Y me deje seducir,
por su por su inocente mirada.
Ojos de un brillo muy claro, ojos de color de miel.
Y tomándole las manos, solícita pregunté:
¿Que tienes?, ¿Di, que te pasa?.Y mirándome me
habló.
Me acariciaba mi mano, con las suyas infantiles.
¡Tú sí que me comprendes!, me dijo con emoción.
Déjame aquí a tu lado. De seguida entendí,
que la niña reclamaba, un poco de protección.
*Me hizo reaccionar, avivando los recuerdos
de mi vida infantil. Hoy he vuelto a meditar.
*Los niños son para mí. Inquietos y revoltosos,
juguetones, cariñosos, charlatanes, ruidosos,
inocentes y sin doblez. Te quieren como tú eres,
y así los quiero también. No encuentras en ellos
dobleces,
todos buscan tu bondad. Según los quieres, así
crecen.
Pues lo que pones en sus vidas. Es la semilla,
preciosa
que en sus almas florecerán.
¡Qué bonita es la niñez!.
¡Infancia maravillosa!.
María Ángeles López.
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