Una charla con un buen amigo. Le hago preguntas para ver si en el pueblo aún siguen ciertos prejuicios de antaño. Entro en el tema de la desigualdad económica y social que existía en aquellos tiempos en los que viví allí. Le hablo de lo asumido que teníamos los pobres que pertenecíamos a una escala social inferior. Él me dice: "Aún quedan pueblos en Andalucía donde unos no frecuentan los mismos lugares que otros, en bares, terrazas, clubes y peñas. Hay una línea mental que separa categorías sociales y políticas".
Lo oigo con atención. Me sigue diciendo: "Yo no veo en Álora esas grades diferencias como en otros pueblos. Mirándolo despacio aquí tampoco hay ese tipo de ricos, la propiedad de los campos -que era la riqueza de antaño- hoy está muy repartida y, a su vez, es una verdadera ruina". Y me dice, en definitiva, que más o menos todos por igual.
El hecho de ir la gente a trabajar a la costa supuso un ingreso económico novedoso y que acababa con la dependencia del jornal del campo. Eso permitió a otras generaciones vivir mejor que sus padres y sus abuelos, que en muchos casos sí que convivieron con la miseria.
Para mí todos eran ricos. Bueno, casi todos. Ese hecho me parecía tan natural como nacer morenos o rubios, aceptando mi pertenencia a esta categoría de pobre.
Hoy todas las compañeras con las que he contactado coinciden en lo mismo. Gracias a Dios todas hemos tenido una vida digna y con bienestar.
Quizás el hecho de salir del pueblo me sirvió para 'soltar amarras', y enseguida me di cuenta de muchas cosas. Volví al pueblo cada vez que tuve una oportunidad (que fueron muchas). Mas cuando por un acto aparecí en público, lo hice orgullosa de haberme educado en el colegio con la señorita Laura. Una persona dijo de mí más menos algo así: "María Ángeles ha hecho que el ser niña de la señorita Laura haya pasado de ser algo triste a convertirse en un honor".
Pues sí. Así son las cosas de esta vida y me siento muy feliz y orgullosa de poder haber vivido junto a ella durante doce años. Para mí ha sido un verdadero honor.
Los tiempos cambian, unas veces para bien y otras puede que no. Pero yo puedo decir que en mi pueblo ha sido para mucho bien.