Hubo una época en que la señorita Laura (de cuyo carisma he hablado en otras ocasiones) se vio muy apurada en el sentido de que en la casa que tenia en el pueblo ya no cabían sus niñas. Nos mandaron a vivir al convento de Flores, en Álora.
En esa época, el convento se encontraba en ruinas. En unas galerías contiguas a la capilla que aún se mantenían en pie, se estableció Laura con sus niñas. Ya era un grupo de 14. Pero cuando nos trasladamos muchas niñas, asustadas por el entorno, se marcharon, quedando sólo cinco. Dadas las circunstancias de que las dos colaboradoras que tenía en ese tiempo no estaban, Laura se encontró sola. Era el año 1953.
Condiciones: Un santuario en ruinas, las ventanas no tenían cristales, y en la capilla, un pequeño cementerio con los nichos sin tapar dejando su interior al descubierto. No contaba con ingreso económico alguno, salvo el que propiciaba la caridad de las personas de Álora. Ni luz, ni agua corriente. Se pueden hacer cargo de la situación.
El agua se traía de una fuente cercana, con cántaros al cuadril, la luz era de petróleo o carburadores.
Pues bien, con este cuadro la señorita Laura seguía su labor. Hoy recordaré... ¡cosillas y ocurrencias de niñas!
A pesar de tanta pobreza, a nuestra manera nos sentíamos felices. ¡Ya les digo que los niños tienen una gran capacidad para disfrutar!
Pues sucedió que un día como otro cualquiera Laura fue al pueblo y nos dejó vigiladas por un matrimonio que también vivía en el convento -creo que cuidaban de él- (familia Morilla). Nosotras hacíamos lo que podíamos, ayudando a los quehaceres cotidianos.
En 1954 cayó una nevada muy grande. Imagínense -si es que pueden- el frío que hacía. Teníamos un pequeño gallinero donde había algunos animales, entre ellos una clueca con sus pollitos. Un día de los más duros del invierno, María Teresa había sacado del horno las cenizas para meter el pan. Las tenía en un cubo.
Y cuando vio a los pollitos y a la madre, tomó a éstos y los puso encima de las cenizas tapándolos con un trapo para que no pasasen frío.
A su regreso, la señorita echó de menos a los pollos y cuando preguntó por ellos, María Teresa, muy ufana, le dijo: ¡Mire usted, señorita, mire qué calentitos están!... Levantó el trapo y los encontró a todos 'achicharraítos'. Laura no le regañó pues se dio cuenta de que lo que movió a Maite a hacer esta acción fue su buen corazón.
Otra de sus cosas: como no había luz, cuando íbamos a la capilla solíamos poner un quinqué de petróleo para poder alumbrar a la virgen. Cada día nos tocaba subir a una niña para llevarla.
En otra ocasión María Teresa cogió un bote de yodo y nos fue pintando a todas un bigote a estilo mejicano. Jugamos y nos divertimos mucho, pero cuando sonó la campana para ir al comedor y fuimos a lavarnos, no había forma de que los bigotes desaparecieran. Ella nos dijo que con estropajo y jabón, pero... ¡qué va, no había manera de que el yodo saliera! Lo que conseguimos fue que se nos irritara la piel y se notara más. Cuando llegamos al comedor, todas nos tapamos con las manos, mas se descubrió lo que pasaba y nos castigaron. ¿Cómo? Pues al día siguiente, domingo, teníamos que ir a misa al pueblo, deberíamos caminar por sus calles, como de costumbre. Ya éramos mayorcitas y nos daba mucha vergüenza sólo pensarlo.
Al final no recuerdo si el castigo se cumplió, lo que no puedo olvidar son nuestras caras de circunstancias y las risas contenidas de la señorita Laura. Pocas veces la vi reírse con tantas ganas.
Maite, ánimo. Recuerda estas cosas y lo bien que lo pasábamos a pesar de la pobreza. Ahora tenemos una valedora ante Dios, que pedirá por todas.
27-12-2010 14:15:46 Totero dice:
ResponderEliminarLas bromas de internado son iguales en todas partes. En la mili, el que dormía profundamente se podía despertar con la cara negra de betún, "bigotes dalinianos" de pasta dentifrica o mucho peor, en medio del patio del cuartel... Lo tuyo no era lo mismo, pero casi... Todas entrañables. Un abrazo
25-12-2010 22:20:11 Jose Luis Delgado dice:
Querida Angeles. Lo que no sabía María Teresa es que sin querer, acababa de inventar un nuevo plato culinario infaltable en las mejores mesas servidas del mundo: "el pollo a las brasas"...¡pobres animalitos!. Todos estos recuerdos y vivencias de tu niñez que ahora compartes con nosotros, son invalorables tesoros. Desde Argentina, un abrazo.
25-12-2010 18:38:40 Jose dice:
Cuando se tiene limpieza de espíritu cualquier broma no deja de ser algo que, además de romper la rutina, nos ilusiona y llena de alegría.