Se cuenta de un hombre que, mientras daba un pequeño paseo por un bosque, se encontró un aguilucho, lo llevó a su casa y lo encerró en el corral, donde pronto aprendió a comer la misma comida de los pollos y a comportarse como ellos.
Un día, un naturalista que pasó por allí le preguntó al propietario por qué razón el águila, reina de todas las aves, estaba encerrada con los pollos en un corral. Es que la encontré y la traje, y como le he dado la misma comida se ha acostumbrado y hace la misma vida que ellos. No ha aprendido a volar. Se conduce como ellos, ignorando que es un águila.
Pero, sin embargo, tiene corazón de águila. Puede aprender a volar -dijo el naturalista-. Él le quería enseñar a volar. La llevó a una cima y, cogiéndole por las alas, le decía: "¡Vuela, vuela, que tú perteneces a la alturas tanto como a la tierra, no a un corral! ¡Abre las alas! ¡Vuela!". Y el águila voló.
Pequeña historia que oí, pero que me hace compararla a esta sociedad en la que vivimos. En la que, a veces, quedamos metidos en ese 'corral' del desamparo y nos acostumbramos y llegamos a convencernos de que esa es nuestra vida, sin darnos cuenta de los valores que poseemos.
Hoy entré en una cafetería y mientras me servían un café y unos churros, vi entrar a un señor al que sólo momentos antes al salir de misa le puse en una caja que tenía en las manos una moneda. Desde el mostrador pidió a la camarera que le sirviera 'lo suyo'... El pedido era un cigarrillo y una copa de coñac. Mientras, sacaba de un pequeño monedero lo que tenía que pagar.
Me quedé observando y esas manos mal cuidadas me parecieron unas manos de artista. No eran rudas, tenían clase. Las facciones de su cara eran las de un señor inteligente, noble; una pequeña barba que a pesar de su desaliño no lo afeaba; su mirada de ojos grises, con gafas, era una mirada segura, denotaba bondad y resignación.
Todos lo observaban con disimulo al igual que lo hacía yo. Me acordé de esta historia que leí...
Y me dije: qué similitud la de este señor con el aguilucho. ¿Cuál será la historia que encierra esa mirada? Me pueden creer. Pensé: Si esta persona hubiese encontrado a ese naturalista que puso todo su empeño en hacer que el aguilucho volviese a volar, que fuese águila, quizás hoy sería una persona 'águila' que, elevando los altos vuelos, estaría tocando el cielo de la ciencia en cualquiera de sus ramas. Ese fue el pensamiento que me sugirió este señor.
Esto nos puede hacer reflexionar para que, si encontramos en nuestro camino a alguien como el aguilucho -para lo que no hay que ir muy lejos- hagamos como el naturalista. Abrámosle las alas de la esperanza e intentemos hacerlos levantar el vuelo.
En otra vida yo quiero -si hay reencarnación- ser águila de altos vuelos. ¡Eso sí me hace ilusión!
15-12-2010 18:26:38 Maria angeles Lopez dice:
ResponderEliminarAmigo Tatero. El corazón se hace grande cuando la vida te ha permitido el honor, de poder estar cerca de estas personas-hay algunas que por su terquedad, no salgan de la copa y digo terquedad porque el humillado llega a pensar que su vida ya no tiene valor. De ahí mi comentario. Si estas personas encontrasen al"naturalista", Como decimos en nuetra tierra. Otro Gallo cantaría.Pero los que estamos del otro lado no podemos llegar a comprenderlos sino dilatamos un poco nuestro corazón. Muchas gracias por tu comentario. Un saludo.
15-12-2010 14:50:50 Totero dice:
Amiga María Ángeles: Tu corazón es tan grande que no has pensado que la cria de águila se habría comido a todas las gallinas del corral, y que hay para quien "lo suyo" siempre será una copa de coñac, y no se plantea jamás lo de levantar el vuelo... Nadie ignora nunca lo que es.. Un abrazo
14-12-2010 21:16:04 Jose dice:
Cuando he acabado de leer el magnífico artículo me he acordado de los versos del poeta argentino: "Hay medio mundo esperando con una flor en la mano / y la otra mitad del mundo por esa flor suspirando".